Revalorización de la Mujer

Revalorización de la función de la mujer en la sociedad

La mujer es objeto repetido de sus discursos y poemas. Rechaza toda disvaloración de ella y propugna su perfeccionamiento, estudio y posibilidad de trabajo fuera del hogar.

Distingue entre el hombre y la mujer asignándoles identidades propias y sugiere que las peculiaridades femeninas: ternura, sentimientos, sensibilidad, corazón, maternidad, resultan más valiosos en el devenir del progreso del mundo.

Estas palabras, dirigidas anualmente en discursos a las egresadas de Magisterio del Colegio Adoratrices, también se acentúan y personalizan al momento en que homenajea a su madre en poemas o palabras de despedida a la hora de su muerte.

A mi madre (Fragmento)

Hay en el cielo azul de mi existencia
una estrella que brilla sin cesar;
Ella es la esencia que me dio su esencia
Ella el perfume de mi dulce hogar.

Es mi hogar con mi madre dulce nido
donde no llega pena ni aflicción;
Ella cuenta hasta el último latido
de mi pobre, inexperto corazón.

Ella es el ángel que mis pasos guía;
Ella mi amor, mi gloria, mi bien;
y aunque es astro en su ocaso, ella es mi día,
y aunque es árbol marchito es mi sostén.

La novela ”Las mártires ignoradas”, de reconocidos méritos, estuvo dedicada precisamente a este reconocimiento de los esfuerzos de la mujer.

El sufrimiento de las madres pobres y el calvario por el que atraviesan en el día a día cuando tienen que mendigar para poder dar de comer a sus hijos. Durán humaniza con esta poesía la relación entre las madres pobres y la orfandad.

Las madres que piden

Oh madres, sois vosotras solamente
las que despedazáis toda mi alma
cuando os miro pedir de puerta en puerta
pan para vuestros hijos, pan de lágrimas.

Oh, todas las angustias de los otros
mi corazón traspasan;
pero sólo vosotras sois, oh madres,
las que despedazáis toda mi alma.

Una madre sin pan para sus hijos…
¿Cómo en pan no se truecan sus palabras?
el martirio de todos los martirios
la mortaja de todas las mortajas.

Pedirles pan sus hijos, no tenerlo,
sentir sus manecitas que se alargan,
oír su -”mamá, tengo mucha hambre”-
y sentir besos de hambre por la cara…

Besos desesperantes, besos lúgubres,
besos que son cariños y fantasmas,
que son el mismo Dios que está besando
mientras el hambre come las entrañas.

Ver otros niños mágicos pimpollos
de rosas que nacieron sin escarchas,
y sus hijos flácidos, enjutos,
capullos temblorosos que desmayan.

Sólo las madres saben lo que es pena,
madres pobres, acaso abandonadas,
de hombre traidor, o madrecitas viudas
que viven sin vivir sólo de lástima.

Oh madres, sois vosotras solamente
las que despedazáis toda mi alma
cuando os miro pedir de puerta en puerta
pan para vuestros hijos, pan de lágrimas.