Educador

Educación, docencia y juventud.

Durán plantea los frutos y el aprendizaje de su labor docente desde la relación con los jóvenes, como si se hubiese establecido una reciprocidad dialéctica entre los dos sobre la base de un intercambio intenso, respetuoso y sincero a lo largo de sus 31 años de ejercicio de la docencia.

Tanto en el Seminario de Guadalupe, como en la Escuela Industrial Superior o en el Colegio Nacional, a decir de él fue ”como si la juventud de mis alumnos hubiérase tomado la tarea de inyectarme hora tras hora entusiasmo, y juventud, y lirismo para que yo no pudiera hacerme viejo”.

”Jamás amordacé la palabra de los discentes en clase, cuando respetuosamente deseaban expresar sus opiniones contrarias a las del libro o a las mías, u oponer objeciones a lo que yo pensaba sobre cualquier corriente histórica en cuyo estudio nos hallásemos”.

”Siempre juzgué preferible que los jóvenes expongan sus dificultades, siquiera sean ideas erróneas, ante quien paternalmente y con mayor comprensión pueda resolverlas, o explicarlas, o suavizarlas o dulcificarlas, que obligar a esos espíritus ardorosos a encerrar y comprimir herméticamente sus pensamientos”.

”Jamás tuve parcialidad favoritista hacia un alumno por su fortuna, o por su distinguido abolengo, o por simpatía con las ideas, fuesen religiosas, o políticas de su familia. Si alguna vez me traicionó el corazón usando de mayor benignidad hacia alguno, fue hacia el pobre, hacia los hijos de esos padres que realizan un enorme sacrificio al costear la educación de su hogar, o de esas madres viudas que, a fuerza de un trabajo aniquilador, mojan con gotas de transpiración y de lágrimas las páginas donde sus hijos estudian. Y a esto, me obligaba no sólo ser ello más acepto a Dios, sino también el recuerdo de que cuando yo era pequeño, mi pobre madre, que era maestra, jamás pudo presentarse ante mis profesores envuelta en pieles o ensortijada de brillantes”.

”Jamás me ensombreció la idea de que la niñez o la juventud puedan ser malas, podrán equivocarse muchas veces y muchísimas extraviarse; pero malas, nunca, jamás pueden estar de suyo envenenadas, porque la juventud de aurora siempre es fulgor, y alegría, y ambiencia límpida de esperanzas y de infinito”.

”Siempre he creído que además de ilustración, debemos sembrar semillas de grandes idealismos, y de pujantes abnegaciones para realizarlos. La historia nos enseña que los mismos cerebros cumbres, para ser benéficos a la humanidad, han debido poseer un inefable tesoro de abnegaciones”.

”Y nos enseña también que una ilustración no descollante, si está acompañada de un gran ideal orientador de la vida, y de una abnegación suficiente para realizarlo, vale más, inmensamente más, que una gran ilustración repleta de egoísmos”.

”Dichosos los profesores, si al replegarnos en nuestra conciencia, no nos podemos acusar de haber sembrado una sola semilla de odio, de rencor, de perversión, de encono en nuestros alumnos, sino siempre semilla de paz y misericordia tendiendo un arco iris de amor sobre todos los corazones”.

”Qué fracaso tan colosal el del mundo, por haber educado a las generaciones solamente en el progreso intelectual y físico, que sólo puede dar impulso a la vida material, prescindiendo del progreso espiritual, que da vida de idealismos dignificadores, de excelsos sentimentalismos, que da vida eterna”.

”Si esa educación de la voluntad hacia los grandes sentimientos queda atrás, la instrucción produce una hipertrofia de la materialidad y de los bajos instintos individuales o colectivos, más peligrosa que la misma ignorancia; ya que entonces se aprovecha la inteligencia para realizar extravíos monstruosos, y hallar dialécticas brillantes y sutiles para justificarlos”.

Fuentes: ”Otro poco de mi siembra” – Discurso pronunciado con motivo del homenaje tributado a su persona en el Colegio Nacional ”Simón de Iriondo”, al retirarse del ejercicio docente. 23 de abril de 1938.

”[…] Recuerdo haber visto en una institución obrera de la vieja Europa, un cuadro de escaso valor artístico pero de una profunda genialidad […] Jamás olvidaré la impresión que me hizo y las reflexiones que me sugirió […] Sobre un fondo oscuro, un cielo cuajado por nubes de tormenta. En el centro, una cruz luminosa con el Cristo inmortal […] En un ángulo de la escena, de espaldas a Cristo, un obrero parado con torvo ceño e iracundo ademán, y al pie del cuadro grabada esta leyenda: ‘Hombres deicidas que me dais en lugar del Cristo que me quitáis’ […] Jóvenes egresadas, tenéis marcada vuestra ruta […] Volver la cruz que es luz, que es vida, que es paz, que es redención; al corazón del niño, para que reine e impere en el corazón de los pueblos, para que sea faro en su camino, para que sea fortaleza en sus manos, para que sea alivio en sus penas, para que sea esperanza en su vida, para que sea descanso en su fatiga […] Somos miembros de una república que ostenta con orgullo la carta magna más libre de la tierra, y nos son por consiguiente, doblemente necesarios la cruz y su evangelio, porque constituyen el fundamento único seguro de toda democracia orgánica […] Por ello precisamente las democracias americanas nacieron limpias y sin violencia, sin comuna de París, sin Robespierre, sin comité de salvación pública, sin delatores ni traidores, porque mientras la revolución francesa arrancaba la cruz de los altares, la revolución americana llevaba la cruz por bandera […] Ante Cristo se inclinaron los fundadores de la independencia y en las manos de su Madre depositó Belgrano su bastón de general, y los constituyentes dejaron en el preámbulo la invocación a Dios, como un símbolo para las generaciones venideras […] Cuando la cruz no ilumina a las democracias ni inspira a sus directores, se convierten fatalmente en la tiranía de la demagogia que ensangrienta hoy las ciudades y los pueblos de la República Mejicana […].”

Fuente: Alocución pronunciada con motivo del Segundo Congreso Nacional de la Confederación Argentina de Maestros y Profesores Católicos. 29 de junio de 1940. El Litoral, Santa Fe, (9 de Diciembre de 1930), ”La fiesta de ayer, en el Colegio de las Hermanas Adoratrices”.

Canto a la juventud (Fragmento)

Hoy a la juventud canta mi verso;
a ella gloria y laurel, tras los crespones
con que la noche enluta al universo,
surgen los corazones
saludando a la llama salvadora
que trae la vida a nuestros yertos seres
cuando la juventud surge en aurora.

Gloria a la juventud, que cuantas veces,
tirita el mundo viejo de cansancio
a la sombra de helado escepticismo,
con incendiario fuego de idealismo
lanza sus hervideros de fulgores,
y los mundos palpitan de esperanzas
y las almas inflámanse de amores.

¡Gloria a la juventud!… siempre fue ella
quien renovó en purpúreos borbotones
la sangre, cuando estuvo adormecida,
y un reguero de luz dejó en su huella
marcando a las naciones
los grandes rumbos de la nueva vida.

(…)

La juventud, la juventud no mira
ni distancias, ni espacios, ni barreras
la gloria ve a lo lejos, y delira;

y va a clavar en medio de la pira
el asta en que enarbola su bandera.
Y lo imposible tórnase posible;
y al batallar, de entre el combate mismo
surge un grito que vibra irresistible
atronando los mundos con su gloria
mientras resuena el pavoroso abismo
al estridor de un muerto despotismo
y al resonar de un bronce de victoria.

¡Juventud de mi patria!… siempre joven
te quiero ver; en las tremendas lides
por libertad y por gloria siempre seas
pléyade de bizarros adalides
llenos de amor y de fulgor de ideas.