noviembre 28, 2009

Una eterna deuda de gratitud con Angelo Roncalli

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NUEVA YORK, sábado 28 de noviembre de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario que ha compartido con ZENIT Baruj Tenembaum, judío nacido en Argentina y fundador de la Fundación Internacional Raoul Wallenberg, en recuerdo del aniversario de nacimiento de Juan XXIII.


Angelo Giuseppe Roncalli (luego conocido como Papa Juan XXIII) nació hace 128 años, el 25 de noviembre de 1881.

Su misión como Papa es bien conocida, en especial su contribución decisiva en el establecimiento de un diálogo respetuoso entre católicos y judíos, tal como lo demuestra el ”Decretum de Judaeis” (Decreto sobre los judíos), elaborado por el Segundo Concilio Vaticano. El documento menciona abiertamente los ”males realizados a los judíos tanto en el pasado como en el presente. Quien desprecie o persiga a este pueblo comete un perjuicio contra la Iglesia Católica”. Roncalli fue el padre de ese Concilio e insistió en la necesidad de referirse a las enseñanzas de la Iglesia acerca del judaísmo e Israel. En 2000 fue beatificado.

Por otra parte, las acciones de Roncalli anteriores a su asunción como Sumo Pontífice son poco conocidas. Como Delegado Apostólico en Estanbul, durante el Holocausto, Roncalli cumplió un rol estratégico realizando esfuerzos para salvar judíos.

Una investigación exhaustiva publicada por el Comité Angelo Roncalli, la Casa Argentina en Israel Tierra Santa y la Fundación Internacional Raoul Wallenberg, con la participación de destacados académicos, muestra que Roncalli fue más allá del cumplimiento de su deber como Delegado Apostólico y extendió una mano de ayuda a los judíos perseguidos. Entre otras acciones despachó ”Certificados de Inmigración” a Palestina a través del correo diplomático del Vaticano y, también, ”Certificados de Bautismo”. Asimismo, intervino abiertamente en favor de judíos búlgaros y eslovacos.

Las tres ONG mencionadas, las cuales he tenido el privilegio de fundar con muchos otros factores, presentarán los resultados de las investigaciones a Yad Vashem (la Autoridad para el Recuerdo de los Mártires y Héroes del Holocausto) y solicitarán que se le confiera a Roncalli el título de ”Justo entre las Naciones”.

Aún menos conocido es el relato que escuché en una reciente reunión con el ex ministro de inmigración Iair Tzaban, relacionado a la cálida actitud de Roncalli hacia los judíos y a su contribución al establecimiento del Estado de Israel.

En los años ’50 Tzabam era el asistente personal del doctor Moisés Sneh, quien en 1947 era el jefe del departamento político de la Agencia Judía en Europa y también estaba a cargo de la aliá, así como de los asuntos relacionados a la inmigración ilegal de judíos a Palestina. Fue el doctor Sneh quien reveló la participación de Roncalli, la cual, muchos consideran, fue de gran importancia para la creación del Estado de Israel.

En 1947, Moshe Shertok (luego Moshe Sharet, Primer Ministro de Israel entre 1953 y 1955), jefe de Sneh por entonces, estaba preocupado por la incertidumbre que le provocaba el destino del voto de los países latinoamericanos en la inminente Asamblea General de las Naciones Unidas que trataría el plan de partición. En particular, lo preocupaba la influencia que el Vaticano tenía sobre esos países y temía que la Santa Sede estimulara un voto negativo, contrario a las intenciones originales de los países de esa región. Shertok convocó a Sneh y lo instruyó para que convenciera al Vaticano de que no objetase las preferencias de los países de latinoamérica.

Shertok sabía que la partición sería aprobada sólo si era aprobada por dos tercios de la Asamblea. Los países latinoamericanos se inclinaban a favor de la moción. Sin esos votos el plan sería rechazado.

El doctor Sneh se sorprendió por el pedido de Shertok y le dijo, en Idish, a su asistente: ”¿Como podría yo, Moshe Ben Shimon Klainboim, del pequeño pueblo de Radzin, hablar con el Papa?”

Sneh se dirigió entonces a su amigo, el sacerdote Alexander Glasberg, con quien había estado en contacto a propósito de gestiones de este último relacionadas con la asistencia a inmigrantes ilegales a Palestina. Antes de ello, durante el Holocausto, Glasberg había auxiliado judíos.

Abbe Glasberg le dijo al doctor Sneh que conocía a la persona indicada para el trabajo, ”un gran humanista que ayudó a los judíos durante el Holocausto”, y le presentó a Angelo Roncalli, quien en ese momento cumplía funciones como Nuncio Apostólico en París. La reunión de Sneh con Roncalli se desarrolló en un clima de cordialidad. Roncalli le prometió que haría todo lo posible para ayudar y unos días más tarde le confirmó una audiencia con el Secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Domenico Tardini. La reunión fue programada para el 3 de octubre 1947 y Roncalli adelantó especialmente su viaje a Roma para estar cerca de la escena, sólo en caso de que pudiera ser necesario.

A pesar de que el cardenal Tardini no le hizo ninguna promesa al Dr. Sneh, este consideró haber tenido éxito. Después de la audiencia Sneh se reunió con Glasberg y Roncalli y les relató sus impresiones. Roncalli no estaba satisfecho. Obviamente, él esperaba un compromiso firme de Tardini y fue aún más lejos al señalar que ”el Papa Pio XII podría perder la oportunidad de redimirse por su falta de acción en favor de los judíos durante el Holocausto”.

En rigor de verdad la misión de Sneh resultó exitosa. Sin duda, otros factores pudieron haber contribuido a la consumación del logro, pero se puede suponer que la reunión con el cardenal Tardini tuvo un impacto positivo. La mayoría de los países latinoamericanos votaron a favor de la partición. Unos pocos se abstuvieron. Sólo Cuba votó en contra.

Algunos años antes de mi conversación con Tzaban, Moshe Tov, un hábil diplomático israelí quien, como yo, nació en Argentina, me relató los cabildeos que precedieron a la votación. De hecho, Tov fue una figura fundamental para convencer a los países latinoamericanos de votar por el plan de partición, aún antes de la misión de Sneh.

En enero de 2004 Abbe Glasberg (junto con su hermano Vila) fue reconocido póstumamente como ”Justo entre las Naciones” por Yad Vashem. No se trató de una decisión fácil; el sacerdote era un judío convertido al cristianismo y, de acuerdo a las normas de la organización, los judíos no pueden recibir el prestigioso título. A pesar del obstáculo, Iair Tzaban, junto a otras personas, logró que Yad Vashem considerara cristiano a Glasberg, sólo a los efectos del otorgamiento de la distinción. Parte de la historia aquí relatada está incluída en el discurso de Tzaban durante la ceremonia de concesión del título a los hermanos Glasberg.

En sólo una década Angelo Roncalli ayudó a los judíos en dos encrucijadas históricas: el Holocausto y el establecimiento del Estado de Israel.

Judíos e israelíes, así como personas de todas las creencias que adhieren a los valores más elementales de la solidaridad humana, le deben gratitud eterna a este gran héroe.