diciembre 24, 2013

«Sin destino», de Imre Kertész

Club Virtual de Lectura sobre el Holocausto y Fundación Raoul Wallenberg

“Sin destino” fue la primera novela escrita por Kertész, durante un largo proceso de escritura que abarcó quince años. Comenzada a comienzos de los 60, no se editó en Hungría hasta 1975, con el autor ya entrado en los cuarenta. Tuvo muy escasa repercusión en su propio país, una nación que siempre ha vivido de espaldas a su responsabilidad en el Holocausto, y no sería hasta su segunda edición en 1985, a través de un lento boca a boca, y más en Alemania que en su Hungría natal, cuando empezaría reconocerse su logro. Finalmente, a partir de los 90, Sin destino es aclamada por toda Europa como una de las grandes novelas del siglo XX, lo que terminaría valiéndole la concesión del Nobel de literatura en el 2002.

Aunque basada en sus experiencias en los campos nazis, Kertész siempre ha declarado que él hace ficción, no literatura de testimonio. Ello le permite alejarse y mantener ese característico tono desapegado y objetivo, que tanto se ha señalado (y a veces malinterpretado) por contraste con la brutalidad de lo que cuenta. Al contrario de otros testimonios de supervivientes (por ejemplo, el de Primo Levi), dedicados a subrayar la inhumanidad de la experiencia del campo, Kertesz parte de la fatalidad de la deportación como de un hecho aceptado, normal, al que hay que luchar por adaptarse y del que extrae incluso cierta felicidad. Esa aceptación del mal radical por parte de la víctima, esa alegría de vivir en las peores circunstancias, suscita nuestro escándalo y desasosiego tanto o más que la denuncia directa de la brutalidad.

Kertész escribe en Sin destino (no así en otras obras) una prosa clásica, límpida, transparente. Por su contención y ausencia de patetismo, por su serenidad clásica, parece remontarse, saltando por encima del romanticismo, hasta los grandes estilistas del XVIII: Rousseau, Sterne, etc.

A menudo se ha señalado el estilo objetivo, gélido y carente de patetismo (“Con lágrimas en los ojos siempre se ve peor”, dice el novelista), con que Kertész relata las experiencias de sus personajes. No existen casi lamentos ni acusaciones. Es un estilo sencillo, propio de un chaval de 15 años, aunque el que rememore sea un adulto.

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