Tibor Gonda

P: Por favor, nos podría decir ¿cómo se llama y cuándo y dónde nació?
R: Me llamo Tibor Gonda. Nací el 20 de setiembre de 1929, en Debrecen, la segunda ciudad más importante de Hungría. Cuando tenía tres años, nos mudamos a Budapest y permanecí allí hasta que me fui de Hungría.

P: Mientras vivió en Budapest con su familia, ¿integraban una comunidad judía más grande?
R: Éramos cuatro de familia, mi hermana, mis padres y yo, y vivíamos en una hermosa parte de Budapest. No era específicamente una comunidad judía, pero teníamos muchos amigos judíos. Mi hermana y yo íbamos a la escuela secundaria judía, de manera que muchos de mis amigos eran judíos. El barrio era muy tranquilo y no hubo problemas hasta 1944.

P: ¿Cómo se llamaba la escuela?
R: El ”Gymnasium” Judío. En Europa, ”gymnasium” significa ”escuela secundaria”.

P: ¿Aprendió cultura y tradiciones judías en esa escuela?
R: ¿Mientras estuve allí? Por supuesto que si. La escuela secundaria judía era una institución excelente, era exclusiva para maestros y profesores. En ese momento, muchos profesores universitarios habían sido despedidos y no podían encontrar otros trabajos, por lo tanto enseñaban en nuestra escuela. Sin embargo, todos ellos se encontraban altamente calificados para enseñar, y lo solían hacer a un nivel superior.

P: Entonces, recibió tanto enseñanza de materias generales como de educación judía.
R: Absolutamente. Todos los días teníamos una hora ”judía”, que consistía en historia judía, Biblia, Torá o hebreo. Era muy rigurosa.

P: ¿Aprendió Hebreo?
R: Oh, si. Al momento de egresar de la escuela secundaria, leía diarios israelíes.

P: Ese es un nivel muy alto de conocimientos. ¿Qué diarios había en ese entonces?
R: Creo que era Haarets, un diario muy antiguo, que en ese momento, era el número uno. Había otros, pero no recuerdo cuáles eran. Ojalá aún pudiera leerlos, pero se me hace un poco difícil leer diarios israelíes porque la puntuación es limitada y para poder entenderlo, uno debe estar bien entrenado.

P: Antes de la guerra, ¿cuáles eran las prácticas religiosas de su familia?
R: Hoy en día, creo que las llamarían ortodoxas. Íbamos al templo y, en nuestro barrio, nos sentábamos separados (por género). El mío, era un hogar kosher. Siempre se respetaba el shabat, y los viernes a la noche, las velas siempre estaban encendidas.

P: ¿Cómo afectó la guerra las prácticas religiosas de su familia? ¿Pudieron mantener alguna de las tradiciones religiosas y culturales durante la guerra?
R: En lo que a nosotros respecta, hubo diferentes fases de la guerra. A grosso modo, antes de la ocupación alemana, que comenzó el 19 de marzo de 1944, la vida era más o menos la misma que antes; la guerra no tuvo mucho impacto. El mayor impacto fue en primera instancia en lo económico.

Se les prohibió ciertas prácticas a los judíos, y estábamos excluidos de algunas profesiones, como la enseñanza en las universidades. A los estudiantes judíos se les limitaban los lugares donde podrían obtener educación superior. Además de eso, prácticamente no hubo un gran impacto en la observancia de las tradiciones judías en la vida cotidiana. Pero todo cambió después (19 de marzo de 1944).

P: Antes del 19 de marzo, ¿se encontraban bajo el régimen fascista húngaro?
R: Correcto. En realidad, el régimen fascista húngaro llegó más tarde. En ese momento, era más una cooperación con los alemanes, no era un fascismo propiamente dicho. De hecho, había algunos intentos por parte del gobierno húngaro de hacer las cosas más fáciles y seguras para los judíos.

P: Pero, igualmente, ¿imponían algunas restricciones económicas?
R: Existían lo que se denominaban ”leyes judías”, que imitaban lo que había sucedido en Alemania y Austria.

P: ¿Obligaban los alemanes a los judíos a cumplir estas leyes?
R: Los judíos cooperaban por propia voluntad. No era necesario forzarlos.

P: ¿Cuándo advirtió por primera vez algún acto de antisemitismo?
R: De manera muy temprana. En el jardín de infantes, me dijeron que era un niño brillante, entonces los maestros convencieron a mis padres de pasarme a primer grado antes de tiempo. Era un problema, porque de acuerdo con las normas, había que cumplir seis años antes del 15 de septiembre. Como nací el 20 de septiembre, perdía un año por cinco días, pero igualmente dijeron que me pasarían de grado, con algunas recomendaciones y que harían una excepción conmigo. Me llevaron al departamento de educación, donde me entrevistaron, y estuvieron de acuerdo en que me encontraba calificado y listo para cursar el primer grado. Fui a la escuela pública y terminé el primer grado con las mejores notas.

Cuando llegó el segundo grado, me anotaron, pero el nuevo director averiguó que yo era judío y que había terminado el primer grado y que lo había conseguido debido a un permiso especial. Dijo que eso no se podía permitir y derogó la decisión tomada el año anterior. Tuve que volver a primer grado. Fui la única criatura que conocí que tuvo que hacer primer grado dos veces.

P: En otras palabras, ¿tuvo que repetir un grado por ser tan brillante?
R: Así es. Y eso puede dejar una marca muy importante en un niño de esa edad.

P: ¿Recuerda aún cómo se sintió en ese momento?
R: Por supuesto. Supe que lo que había sucedido era porque yo era judío. Esa fue mi primera experiencia de antisemitismo.

P: Durante la guerra, ¿qué sucedió con su familia? ¿Los separaron o pudieron permanecer juntos? ¿Sabe qué pasó con sus padres?
R: Otra vez, hubo períodos diferentes de tiempo y situaciones diferentes. Mi madre, mi hermana (que es solo un año mayor que yo) y yo permanecimos juntos. A mi padre se lo llevaron al campo de trabajo casi al principio y la mayor parte del tiempo no estuvo con nosotros.

Así fue la situación hasta aproximadamente fines de mayo o principios de junio cuando establecieron las casas ”judías”. Designaron una gran cantidad de edificios de Budapest como casas judías, cada una de ellas fue marcada con una gran estrella judía, y cada judío que vivía en un edificio no-judío, debía mudarse a uno judío. Estaban llenos, ya que cada familia estaba confinada a un promedio de una habitación por casa. Fue un cambio muy grande en la situación de mi familia porque debíamos vivir en un departamento con otras personas totalmente ajenas a nosotros.

P: De manera que, tuvieron que mudarse a esta casa judía y vivir allí con otras familias.
R: Sí. Era un departamento común con 10 o 12 personas en un espacio que anteriormente había sido ocupado por cuatro.

P: ¿Qué sucedió con el departamento donde vivían?
R: Se lo quedaba quien quería. El partido nazi tomó control de todo. Por lo general cuando había que mudarse, no había forma de mudar los muebles o lo que había dentro del departamento. Solo podíamos mudarnos con una valija pequeña.

P: ¿Nos contaría lo que sucedió después? ¿Cuándo escuchó por primera vez el nombre de Raoul Wallenberg?
R: Esa era la situación en la que nos encontrábamos hasta el gran quiebre del gobierno húngaro en el momento en el que el partido nazi húngaro llegó al poder el 15 de octubre de 1944. Ese fue el momento en el que desalojaron al gobierno colaboracionista húngaro. Cuando asume el gobierno fascista húngaro, los judíos ya habían sido deportados de todo el país, menos de Budapest. Los judíos del resto del país ya estaban en los campos de concentración. El gobierno anterior los había mudado de manera sistemática, de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo y el resto del país era lo que ellos llamaban ”Juden free” (libre de judíos). Como Budapest tenía un porcentaje relativamente alto de población judía, presentó algunas dificultades estratégicas. Además, el gobierno colaboracionista húngaro tenía muchos amigos entre los judíos húngaros de Budapest, así que la deportación judía de Budapest podía ser demorada un tiempo. Pero, después del 15 de octubre, eso ya no era así. El nuevo gobierno nazi estaba determinado a tomar las primeras medidas para liberarse de los judíos de Budapest.

Tres días después de haber llegado al poder, nos despertaron a la mañana y nos dijeron que bajáramos a la calle y permaneciéramos en el frente del edificio. Revisaron para asegurarse de que no había quedado ningún judío en los departamentos y nos hicieron caminar. Lo mismo habían hecho con todos los judíos de Budapest, una larga caminata hacia el otro lado de la ciudad sin decir lo que estaba sucediendo, solo dijeron que nos estaban llevando a hacer un trabajo.

Ya bien entrada la tarde, llegamos al otro lado de la ciudad, que fue designado como el punto de reunión de los judíos de todas partes de la ciudad. Este punto de reunión era una fábrica famosa de ladrillos. Una fábrica de ladrillos es una estructura abierta, ya que el ladrillo en crudo debe secarse al aire libre. Era un lugar terrible, y no estaba diseñado para ser ocupado por personas. Tal como dije, era una estructura abierta, y hacía mucho frío hacia fines de octubre. Era muy tarde ya y estaba oscuro, estábamos muy cansados después de esa larga caminata y esperábamos que nos dijeran qué teníamos que hacer.

Yo tenía 15 años, y una de las cosas más dramáticas que nunca olvidaré fue cuando una mujer tenía que ir al baño. Como el lugar no tenía instalaciones, si deseábamos ir al baño, teníamos que salir e ir algún lado que tuviera algo de privacidad. Pero el lugar estaba muy oscuro y muy lleno, entonces cuando esta dama volvió, no pudo encontrar un lugar y se volvió loca y empezó a gritar. Finalmente, un fascista se la llevó.

Estuvimos un tiempo en la fábrica de ladrillos. Pasamos uno o dos días en condiciones terribles, pero lentamente, ellos vaciaron la fábrica comenzando el movimiento hacia el oeste, sin decirnos adónde nos llevaban.

Separaron a mujeres y hombres. El tema era que la gente que tenía protección podía quedarse porque se suponía que había un arreglo diferente para ellos. Así fue como conocí a Wallenberg. Supe de él porque yo tenía un Schutzpass, pero nunca lo vi personalmente. Entonces, alrededor de nuestro tercer día en la fábrica de ladrillos, los organizadores nazis lo invitaron a venir y así fue como Wallenberg se presentó. Tenía la responsabilidad de revisar cada uno de los Schutzpass y determinar cuál era válido y cuál era falso.

P: ¿Wallenberg tenía que determinar eso?
R: Si.

P: ¿Y cómo obtuvo el Schutzpass?
R: El movimiento judío sionista clandestino me lo consiguió. Tenía un primo que era muy activo en el movimiento. No tenía nada que ver con los Schutzpasses oficiales.

P: Entonces, ¿el suyo era un Schutzpass falso?
R: Si, mi primo lo consiguió para nosotros. Los fabricaban durante las 24 horas del día. Fue una operación importante. De hecho, hay una exhibición especial en las Naciones Unidas con una réplica de un edificio muy famoso en Budapest, que fue establecido originalmente por el gobierno suizo.

P: ¿La Casa de Vidrio?
R: Exactamente. Hay una réplica de la Casa de Vidrio en las Naciones Unidas hasta marzo. Los Schutzpasses se falsificaban en el sótano de esta Casa de Vidrio.

P: ¿Qué les sucedió a aquéllos que tenían Schutzpasses falsificados?
R: En ese momento era muy difícil distinguir entre los fascistas alemanes y los húngaros, porque tenían el mismo aspecto y actuaban de la misma forma. Cuando los fascistas húngaros se dieron cuenta de que se habían falsificado tantos pases, dijeron que no podían aceptarlos, y que Wallenberg tenía que decidir. Fue una situación similar a la de Mengele en el campo de concentración, cuando había una fila completa de personas frente a él, y el destino de cada uno de ellos dependía de si levantaba o bajaba el pulgar. Era una fila con miles y miles de personas.

P: ¿Y el mismo Wallenberg estuvo parado allí?
R: Si, y todos y cada uno debían pararse frente a él y mostrarle el Schutzpass. Creo que su objetivo era convalidar tantos Schutzpasses como fuera posible, pero en el caso de que dijera que todos eran originales y que estaban bien, seguramente no iban a aceptar ninguno.

De manera que, en ese momento crucial, después de haber estado parados en fila por casi medio día, nos encontrábamos en el punto en el que cuando estábamos frente a Wallenberg debíamos mostrarle nuestro Schutzpass. Él tenía muy poco tiempo para dedicarle a cada caso en particular, tenía que procesar cientos y cientos de pases. Obviamente, sabíamos que el nuestro era falso, pero cuando estuvimos frente a él, él miró a mi madre, a mi hermana y a mí. Debíamos tener un aspecto terrible porque ese era nuestro tercer día en la fábrica de ladrillos. Miró el Schutzpass y obviamente se dio cuenta de que era falso, pero igualmente dijo: ”este está OK”. En ese momento, nos retiraron de la fila y fuimos al lugar donde se reunían aquellos con pases aprobados por Wallenberg, y volvimos a ser seres humanos nuevamente. Nos trataron como a seres humanos y nos llevaron a un micro que nos llevó de vuelta a la ciudad. (Para ese momento, Wallenberg había organizado las casas seguras en la ciudad, y nos asignaron una habitación en una de esas casas seguras. No teníamos nada para llevar, por lo que solo tratamos de ocupar nuestro cuarto)

Lamentablemente para el resto de la gente que se encontraba en la fábrica de ladrillos, entre los cuales había muchos amigos míos, este fue el comienzo de lo que se denominó la ”marcha de la muerte”. Había muy poco equipamiento porque el ejército alemán y el húngaro debían moverse lo más rápido posible ya que los rusos se estaban acercando. Así que no había trenes ni autos y por lo tanto, debían caminar. El trato fue brutal. Si por cualquier razón, enlentecían la marcha o no podían continuar, los mataban. Cuando anochecía, debían tirarse en cualquier lugar, debajo de un árbol o a un costado del camino.

Pero, gracias a Wallenberg, nosotros, volvimos a una vida relativamente segura. Obviamente, el problema no estaba completamente resuelto porque el toque de queda era muy estricto. Debíamos llevar las estrellas judías y solo podíamos salir de 3 a 5 de la tarde. El problema, y esto era así para toda la ciudad de Budapest, era que escaseaba la comida porque los rusos estaban cercando la ciudad. Hacia fines de diciembre, se cerró el círculo y Budapest fue rodeada por el ejército ruso.

P: ¿El toque de queda era obligatorio para todos?
R: No, era obligatorio solo para los judíos. No había leyes para todos, solamente leyes para los judíos.

Una fría tarde de diciembre, caminaba en nuestra calle antes de que comenzara el toque de queda para el anochecer, pero se estaba haciendo tarde ya. (Siempre tratábamos de buscar algo de comida, cualquier cosa que pudiéramos encontrar: papas, zanahorias o algo de fruta, y aprovechábamos todo lo que se podía). Vi que la panadería aún estaba abierta. No era muy común a esa hora, porque aún si tuvieran pan, siempre lo vendían temprano por la mañana antes de que nosotros (los judíos) pudiéramos salir. Parecía que tenían un segundo lote, y la gente hacía cola para conseguir algo. Me incorporé en la fila, pero era muy larga y se avanzaba de forma muy lenta.

Entonces, finalmente anunciaron el toque de queda y se suponía que yo tenía que regresar, pero decidí no volver después de haber esperado tanto tiempo. Intenté cubrir la estrella amarilla que había sobre mi saco hasta que pude obtener el pan. Antes de que pudiera llegar al negocio, me sacaron de la fila, y sin decirme nada, me llevaron a la ribera del Danubio. (En ese momento, este era el lugar adonde llevaban a todos los que encontraban. No era ningún secreto. Siempre decían que no teníamos que preocuparnos por nada porque seguramente te dispararían y listo). Era invierno y el Danubio estaba helado, decían que tenían que esperar hasta que el hielo pasara. Había alrededor de 100 personas allí, esperando ser fusiladas. Wallenberg apareció y nuevamente, dijo que todo aquel que viviera en una casa segura debía ir a verlo. De manera que fui, y cuando nuestros ojos se encontraron fue un momento mágico. Me dijo que yo estaría protegido…

P: Entonces, ¿Wallenberg lo salvó dos veces?
R: Si, la primera vez fue en la fábrica de ladrillos. No puedo asegurar que estuviera por morirme en ese momento, pero ciertamente él me salvó del sufrimiento. Es altamente probable que después me salvara la vida. Pero la segunda vez, definitivamente me salvó.

Si hoy Ud. fuera a Budapest, vería en la ribera del Danubio, un monumento con zapatos de hierro. Antes de disparar, todo lo que pedían era que la gente se sacara los zapatos. Para mí, este es un monumento muy emotivo y solemne. Tiene inscripciones en húngaro, hebreo e inglés y se ven zapatos de bebés, zapatos viejos, zapatos nuevos de marca, zapatos de damas y caballeros, todos hechos en hierro y montados sobre la ribera del Danubio. Lamentablemente, nadie sabe cuánta gente fue asesinada de esa forma, pero hubo muchos, muchos miles de personas. Esto sucedió durante un largo período de tiempo hasta que finalmente, el 18 de enero de 1945, los rusos tomaron la ciudad.

P: ¿Sabe cuándo construyeron este monumento?
R: Hace un par de años. Es una escultura, una escultura de hierro, con toda clase de zapatos diferentes. Es un muy buen trabajo. Está montada de forma permanente.

P: Algunas de las inscripciones sobre los monumentos levantados en la ex Unión Soviética, no reconocen a las víctimas como judíos. Pero, ¿eran judías las víctimas a las que se les disparó en el Danubio?
R: Oh, si. Solamente había judíos allí. Era un ”privilegio” ser judío y que le dispararan a orillas del Danubio.

P: ¿Cómo era un día normal en la casa segura? ¿Cuántas personas había?
R: Las casas seguras eran edificios de departamentos en una parte muy linda de la ciudad, la parte judía de la ciudad. Estas casas estaban ocupadas por al menos tantas familias como habitaciones tenían. Si era un departamento de tres dormitorios, había tres familias viviendo allí. Todo lo que teníamos era un colchón, no había juego de dormitorio, ni cama. Tampoco había lugar para muebles.

La principal preocupación de los que estaban en las casas seguras, eran las atrocidades que podían suceder. Algunas veces los nazis entraban a las casas y decían: ”alguien disparó desde este edificio” – cosa que acababan de inventar- y entonces ordenaban que bajáramos a la calle para desocupar el edificio y que ellos pudieran buscar armas. Estábamos todos aterrorizados. La segunda preocupación era conseguir comida porque nos resultaba sumamente difícil obtener algo de alimento. La escasez de comida la sufríamos todos, pero obviamente, si alguien podía moverse libremente, tenía entonces más oportunidades de obtener algo.

P: ¿Podía Wallenberg cubrir sus necesidades?
R: No. La única seguridad que teníamos era un cartel muy grande en el frente del edificio, que decía: ”Este edificio se encuentra bajo el protectorado del Consulado Sueco”. Siempre había alguien asignado para estar parado en la puerta del edificio. Lo cual, también presentaba un problema, ya que los guardias siempre se quejaban del peligro de que alguien pudiera dispararles o arrojarles algo. No todo el mundo respetaba a estos guardias todo el tiempo, pero su trabajo era bueno comparado con las alternativas disponibles en ese momento.

Al mismo tiempo que nos encontrábamos en la casa segura, establecieron el principal gueto en Budapest. Cuando subió el nuevo gobierno fascista, primero decidieron deshacerse de los judíos llevándolos a los campos de trabajo. Pero solamente algunos grupos de cierta edad podían ir a esos campos. El resto de la gente, debía ir al gueto. Ese fue el fin para nosotros también. El 10 de enero de 1945, es decir una semana antes de que Budapest fuera liberada por los rusos, ellos ignoraron la inmunidad de las casas seguras y nos llevaron obligados al gueto.

P: ¿Llevaron a los residentes de todas las casas seguras?
R: No fue un pogrom planificado para un solo día, pero liquidaron a la mayoría de las casas seguras para el 18 de enero.

P: ¿Cómo era vivir en un gueto?
R: La situación en el gueto era indescriptible. No había espacio. Teníamos que ir y encontrar un lugar donde vivir. Nosotros encontramos este sótano oscuro con un piso sucio. No teníamos otra alternativa. La comunidad judía nos proporcionaba comida una vez por día. El problema era que no podíamos tomar demasiada ventaja de las horas fuera del toque de queda porque los rusos constantemente disparaban contra la ciudad y no podíamos salir ya que eso significaba poner nuestras vidas en peligro.

P: ¿Qué hicieron cuando salieron del gueto?
R: Después del 18 de enero, tratamos de volver y reocupar el departamento del que nos habían echado en el mes de octubre. Nos encontramos con gente no muy amable que parecía no entender qué queríamos. No pudimos entrar directamente, lo que hicimos fue esperar hasta que alguien abriera el departamento y entrar junto con él. Pasó un largo tiempo hasta que pudimos ocupar realmente el lugar. Obviamente, se habían llevado todo lo que teníamos de valor.

De manera muy lenta pero segura, la vida fue volviendo a la normalidad. No puedo decir que se normalizó totalmente, pero la escuela secundaria judía abrió nuevamente sus puertas y me gradué en 1948. Tuve que enfrentarme a la situación de decidir qué iba a hacer después porque no me veía pasando mi vida en Hungría, por dos razones: primero, por mi pasado, por el recuerdo del maltrato que había recibido, segundo, mi futuro. Parecía que la cortina de hierro iba a bajarse y que permanecería de esa forma para siempre. Estaba por comenzar mis estudios universitarios en otoño, pero junto con un grupo de amigos, decidimos irnos. Ese fue el año de la creación del Estado de Israel, así que había un movimiento sionista muy fuerte que se llamaba Briha, que realmente trataba de ayudarnos a salir. De manera que decidimos irnos para siempre de Hungría.

P: ¿Cuántos años tenía en ese momento?
R: Dieciocho. Acababa de terminar la escuela secundaria.

P: ¿Y cómo se contactó con el movimiento Briha?
R: Tal como dije antes, había un miembro de mi familia que era sionista. También después de la guerra, el movimiento sionista fue liberado, entonces pude unirme a él abiertamente.

P: ¿Por cuánto tiempo fue liberado?
R: Probablemente por dos o tres años. Fue un período muy corto de tiempo durante el cual Hungría tuvo lo que se denominó el gobierno ”democrático”, Antes de que se declarara el sistema de un solo partido en 1949. Para ese entonces, la frontera húngaro-austriaca ya estaba minada, y entonces no podíamos escapar. Sin embargo, Briha no estaba en Budapest. Obtuvimos la información de que nos iban a ayudar desde Pressburg, o Bratislava hasta Viena. Fue un largo viaje desde Budapest, yendo hacia el este a través de Checoslovaquia.

P: ¿Viajaba con su familia?
R: No, solo con amigos.

P: ¿Qué pasó con su madre, padre y hermana? ¿Dónde estaban en ese momento?
R: Perdí a mi padre. Mi madre no pudo lograrlo. Creíamos realmente que una vez que mi hermana y yo pudiéramos salir, los mayores de la familia obtendrían el permiso para irse.

P: ¿Su hermana fue con usted?
R: Mi hermana fue con otro grupo. Se fue después, y afortunadamente pudo salir. Fue directamente a Israel. En lo que a mi respecta, llegué a Viena dos semanas después con la ayuda de Briha. La mayor parte del escape consistió en caminar durante la noche. Tuvimos que darle dinero a la gente de la frontera para que nos ayudaran a cruzarla.

P: ¿Sobornaron a la gente que los guió en la frontera?
R: No sé cómo lo hicieron, pero ellos sabían cuál era la mejor hora para pasar. De esta forma pudimos llegar a Bratislava y luego a Viena. Una vez en Viena, había una gran cantidad de estudiantes universitarios, alrededor de 40 que se habían escapado de Hungría y estaban viviendo en Viena. Pensamos que a lo mejor podíamos tener la oportunidad de estudiar en Austria si obteníamos alguna ayuda del Joint Distribution Committee, así que nos acercamos a ellos y decidimos anotarnos, ellos estaban muy deseosos de ayudarnos. Dijeron que podían darnos estipendios.

P: ¿Dónde vivía en Viena? ¿Quién lo mantenía? ¿Cómo conseguía comida?
R: En Viena, el Joint Committee operaba a través de uno de los hospitales. Trabajaba en ambos sentidos, es decir, a la gente que quería volver a Hungría, le conseguía alojamiento y también nos ayudaba a nosotros que deseábamos irnos de allí.

P: ¿Y en qué año fue eso?
R: En 1949. Comenzamos a estudiar, pero no en Viena, por dos razones: la primera era que éramos refugiados políticos y en ese momento, Viena no era un destino muy cómodo porque estaba rodeado por los rusos. La ciudad misma tenía cuatro zonas. Pero Viena también es parte de la parte oriental de Austria, que se encontraba bajo ocupación rusa. Era sumamente difícil saber, si se pasaba de la zona adecuada, uno podía encontrarse de repente en Siberia.

P: ¿Entonces, tenía miedo de que los rusos lo mandaran de vuelta?
R: Absolutamente. Era aún más probable que nos enviaran a Siberia. Por lo tanto esta fue la primera razón para tener miedo, la razón política. La segunda, era financiera. Descubrimos que en Graz, que era la segunda ciudad más grande de Austria, podíamos encontrar alojamiento mucho más barato. (El estipendio apenas nos alcanzaba para sobrevivir, no podíamos pensar en lujos). Así que nos fuimos a Graz, y allí es donde finalmente me recibí.

P: ¿Y qué estudió?
R: Ingeniería electrónica. Graz era un lugar muy placentero. Era la capital de la zona británica y tenía una población estudiantil muy grande. Era un centro cultural, y la naturaleza es muy generosa en esa parte de Austria.

Y luego, en 1957, llegué aquí. En realidad obtuve mi visa mucho antes, pero pude postergarla porque primero quería recibirme. Obtuve mi visa por un programa especial de Eisenhower que dio 5000 visas a los refugiados de los estados orientales que habían abandonado sus países después de 1948. (Querían excluir a miembros del partido nazi que también se habían ido hacia Occidente)

P: ¿Dónde estaba su madre en este momento?
R: Esa es la parte triste de la historia porque mi pobre madre estaba sola en Hungría. Tenía que pedir el pasaporte cada seis meses. Se quedó en Budapest hasta la revolución húngara de 1956. Luego se fue con mi hermana a Israel.

P: ¿De manera que su familia vive ahora en Israel?
R: No, mi hermana finalmente vino y vive aquí. Lamentablemente, mi madre falleció hace algunos años.

P: ¿Cuándo estuvo en Austria, cómo era la relación entre los refugiados judíos y la población austríaca? ¿Cómo los recibieron?
R: Llegué a la conclusión de que después de los húngaros, los austríacos fueron los nazis más grandes. Tuve un muy buen amigo que era cristiano austríaco. Fue mi compañero en la Universidad. Sentíamos de manera muy parecida. Su padre era miembro del Partido Social Demócrata y había sido llevado y ejecutado, de manera que él se sentía más cerca de los judíos que de los fascistas.

Había muchos estudiantes de los países escandinavos: noruegos y suecos. Por alguna razón, tenían dificultades en enrolarse en sus propios países, así que vinieron a Graz y estudiaron.

P: ¿Desde la guerra, ha tratado de averiguar qué le pasó a Raoul Wallenberg?
R: Todo el tiempo. Estoy familiarizado con cada noticia que fue apareciendo.

P: ¿Sabía que en ese entonces él fue capturado por los rusos?
R: Absolutamente. El gueto fue liberado el 18 de enero, y los rusos lo invitaron a una reunión. Esa fue la última vez que se supo de él. El problema fue que los rusos estaban convencidos de que él era un espía norteamericano. La mentalidad rusa era incapaz de aceptar que esta persona hizo todo lo que hizo con propósitos humanitarios. Obtenía dinero de los Estados Unidos de América, pero era para hacer cosas, no para espiar. Es vergonzoso porque nunca se esclareció totalmente qué sucedió en realidad. Tuvimos un miembro de la comunidad húngara en los Estados Unidos, que fue contemporáneo conmigo, el Sr Tom Lantos. Teníamos la misma edad y él pasó por las mismas cosas que yo en Budapest. Wallenberg salvó a su mujer.

P: Wallenberg también lo salvó a él. Es uno de los cofundadores y de los miembros honorarios de IRWF.
R: El trató de saber qué le había sucedido a Wallenberg. Sancionó la ley que declaró a Wallenberg ciudadano de los Estados Unidos para que Estados Unidos pudiera ejercer más presión sobre los rusos y poder así, obtener información

P: Tratamos de reunir 100.000 firmas por las 100.000 vidas que Raoul Wallenberg salvó y presentarlas al Sr Putin para intentar persuadirlo de que nos diga qué sucedió en realidad. Los soviéticos emitieron una declaración en la que decían que murió en prisión, pero realmente nadie lo cree y las circunstancias parecen ser muy extrañas-
R: Los rusos no sienten obligación alguna de dar explicaciones. Ellos hicieron lo que quisieron hacer, lo que tenían ganas de hacer. Después de los 90, cuando la inmigración rusa se abrió hacia Israel, había muchos inmigrantes que habían estado en los campos de prisión de Siberia y dijeron que Wallenberg estaba allí, pero eso nunca fue confirmado.

Si tiene más preguntas, me encantaría responderlas.

P: Se que es muy doloroso recordar toda esta historia.
R: Uno nunca la olvida, pero el traerla una y otra vez, hace que uno la vuelva a vivir.

P: Uno de los puntos que leí sobre los sobrevivientes es que tratan de no pensar en sus historias dolorosas o que niegan todo recuerdo sobre ellas.
R: Si, pero uno debe hacer todo lo posible para recordar lo que hizo Wallenberg. Su historia es tan única, que debe ser recordada. Si puedo contribuir con un solo ladrillo para su recuerdo, debo hacerlo.

P: ¿Hubo años después de la guerra en los que no deseaba pensar o hablar sobre esto?
R: Mi hija nació en los Estados Unidos. A medida que iba creciendo, a los 10 años más o menos, comenzó a interesarse en el tema. Mi esposa y yo averiguamos que había ido a la biblioteca y leía libros sobre el Holocausto. Para mí era imposible hablar y debatir sobre este tema.

P: ¿Le hacía preguntas?
R: Demasiadas… entonces tuve la convicción más profunda de que nunca volvería a pisar Hungría. Durante la reunión de los 30 años de la escuela secundaria en 1979, mis compañeros decidieron que querían organizar una reunión en Budapest. En ese momento, cuatro de nosotros estábamos en los Estados Unidos. Yo era el único decidido a no participar. Finalmente me convencieron y fui con ellos. (Mi pequeña hija estaba muy enojada por esto. Ella había inventado una historia sobre este tema, pensaba entonces que nunca más me volvería a ver) Les comenté a mis compañeros que solo participaría del banquete. Ni bien terminó el banquete, yo quería irme de Hungría. Pero no resultó de esa forma porque hay como una cierta magia en encontrarse uno nuevamente en el aula donde estudió treinta años atrás. Uno se siente de 17 o de 18 años. De manera que por un instante, uno se olvida lo que sucedió y se vuelve a sentir un estudiante de la escuela secundaria.

P: ¿Su esposa es también de Hungría?
R: Si.

P: ¿Dónde la conoció?
R: Aquí, en los Estados Unidos.

P: ¿Ha vuelto a Hungría desde la reunión en 1979?
R: Si, volví. Una vez que sobreviví a la primera reunión y descubrí que Hungría había cambiado mucho, fui a todas las reuniones siguientes. Ahora estamos trabajando para la reunión de los 60 años. Yo voy a organizarla, lo cual es triste. La primera reunión fue muy deprimente porque tuvimos que registrar a todos los compañeros que no sobrevivieron al Holocausto, que habían sido llevados. Ahora tenemos un problema diferente. Por enfermedad o vejez, muchos de ellos no podrán estar más con nosotros.

P: ¿Extraña algo de Hungría? ¿El idioma? ¿La literatura?
R: Para nada. Viví en Austria durante siete años y medio, y en realidad aprecio más la literatura alemana que la húngara.

P: Muchas gracias por venir.
R: Gracias a ud. Agradezco mucho la oportunidad de agregar algo al recuerdo de Wallenberg.

CREDITOS

Entrevista: Susan Wind y Svetlana Platisa
Transcripción: Mikhail Iglin
Edición: Katie E. Kellerman
Traducción: Graciela Forman