agosto 25, 2017

La muerte de un sobreviviente

Ha muerto Jack Fuchs, un amigo, una persona de corazón noble que dedicó su vida a transmitir no solo el horror que los regímenes despóticos pueden producir, sino también el lado luminoso de las catástrofes; los valores de la solidaridad y el coraje cívico que permiten encender una luz de esperanza en nuestro interior.

Colaboró por muchos años en la Fundación Raoul Wallenberg acercando su visión de lo vivido durante la segunda guerra mundial a niños y jóvenes en edad escolar. También ayudó a otras instituciones que se ocupan de no permitir que el olvido y el cinismo ganen la batalla de las palabras.

En 1999 Jack viajó a París representando a la Fundación Raoul Wallenberg para participar de una exhibición dedicada al “Héroe sin Tumba” organizada por la UNESCO. Junto a Nicholas Tozer y Aarón Dovrat entregó dos ejemplares de la escultura “Homenaje a Raoul Wallenberg”, de la artista argentina Norma D’Ippólito. Uno al diputado de los Estados Unidos, Tom Lantos, el otro a Federico Mayor, Director General de la UNESCO.

Escribió numerosos artículos, publicó libros, dio innumerables conferencias.

Su voz grave y su inconfundible acento polaco siempre resonarán en nuestros oídos.

Jack partió, pero continúa entre nosotros.

Eduardo Eurnekian
Presidente

Baruj Tenembaum
Fundador

Fundación Raoul Wallenberg
www.raoulwallenberg.net

A continuación compartimos un artículo escrito por Jack Fuchs, publicado el 1° de abril de 1999 en el sitio web de la Fundación Raoul Wallenberg.

El mundo mira diferente
Por Jack Fuchs*

Cada año se recuerda el levantamiento del Gueto de Varsovia, como síntesis del heroísmo judío durante la Segunda Guerra Mundial. Como sobreviviente, me invitan a hablar, en diversos lugares, para dar mi testimonio y mensaje.

Este año me resistí a aceptar. Se me hacía difícil hablar ”contra mí”. Durante los años de la Shoá había escuchado que, en 1938, en Alemania, judíos alemanes, con hijos nacidos en Alemania, habían sido arrancados de sus hogares y deportados hacia Polonia. Curiosamente los polacos los consideraban alemanes y los alemanes los consideraban polacos. No hubo reacción alguna. El mundo permaneció indiferente.

El 1º de septiembre de 1939, la Alemania nazi invadió Polonia. Poco después se instrumentó la ”solución final”. El mundo seguía indiferente. En Nueva York o Buenos Aires la Guerra no existía. La vida continuaba normalmente. Aún hoy recuerdo el dolor que me provocaba esa indiferencia hacia nuestros sufrimientos y muertos. Hoy vivo en Buenos Aires. Miro la televisión y veo las atrocidades que se cometen en la ex Yugoslavia. Leo el diario. Miles de muertos. Campos de concentración. Violaciones. Fosas comunes. Están los que dicen que no es verdad o los que piensan que no es tan terrible. ¿Y qué hago?

Me siento como preso de la misma indiferencia que reproché hace décadas… Me pregunto, entonces, ¿cómo puedo dar testimonio sobre qué pasó sesenta años atrás?

Soy consciente de que no es lo mismo pero no dejo de pensar que algo tiene que ver con las matanzas. El hombre nuevamente ”contra” el hombre.

Soy consciente de que no son lo mismo las bombas sobre Londres o Varsovia que las lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki. Me pregunto ahora: si no hubiera habido bombas sobre Londres y Varsovia, ¿hubiese sido posible Hiroshima y Nagasaki?

Soy consciente de que no es lo mismo. Pero no puedo evitar preguntarme cuánta gente ”debe ser” torturada y asesinada para que tomemos conciencia de que, cada uno de nosotros, puede ser la próxima víctima.

Soy consciente de que no es lo mismo. Pero no deja de asombrarme la naturalidad con que los historiadores escriben y hablan sobre que, en los Balcanes, siempre hubo problemas. Igual escriben y dicen sobre mí: siempre existió el ”problema judío”. Y siempre formamos parte de un pueblo perseguido.

Me asombra y entristece. Es fantástico que podamos encontrar ”lógica” para todo. No puedo dejar de pensar en Suiza (con su variedad de idiomas) o en Ucrania (separada de Rusia sin matanza) o en Eslovaquia, escindida de Chequia (sin derramar una sola gota de sangre…). Ejemplos no faltan. No es mi intención simplificar. Solamente preguntarme cuántas guerras ”sirven” para algo. Pienso en Africa. Africanos contra africanos. Millones de muertos. Y no descarto que sociólogos, historiadores, políticos y filósofos encontrarán las explicaciones adecuadas. Sabiendo que explicar no es, ni mucho menos, justificar.

En la Alemania nazi no faltaron lo políticos, sociólogos, historiadores y filósofos que murieron en campos de exterminio por oponerse al régimen criminal. Y no faltaron los colaboracionistas, capaces de justificar todas las atrocidades.

Mi visión es la de un “joven” que hizo su escuela secundaria en un Gueto y la Universidad en Auschwitz.

* Jack Fuchs vivió en el gueto de Lodz. Es sobreviviente de Auschwitz y Dachau.